Leí: “Con el tiempo aprendes que alargar finales es posponer principios”
Agrego: mejor fluir como río que oxigena y no estancarte como charco que apesta.
Con el tiempo aprendes…
Vaya forma de iniciar una oración.
Cierto, somos tan apegados a lo que a veces nos hace daño o con lo que hacemos a daño a otros, pero que es seguro y nos da estabilidad que continuamos en ese relación (amorosa, laboral, societaria, como sea) que nada bueno trae, porque se reconozca o no, nos da miedo el quizás, el tal vez, el arriesgar.
Por otra parte, sin en un giro de esos que acostumbro, me vino a la mente el recuerdo paradójico de una película en la que los protagonistas se conocen, se hacen pareja pero que la cotidianidad (lo sorprendentemente extraordinario, de cotidiano se hace ordinario) aunado a sus irreconciliables diferencias (sus apegos, mezquindades y egoísmos), los separa.
Ella se va de la casa que comparten y en el aeropuerto al buscar su vuelo en el tablero en que se anuncian las partidas, se topa con un letrero que anuncia la frase: “la próxima vez, viaje en tren”, no le da importancia y camino a la puerta de embarque vuelve a ver otro anuncio similar; cae en la cuenta que la frase aplica a su situación y acaba reflexionando en lo que estaban ella y su pareja perdiendo, y decide regresar a que platiquen y darse una segunda oportunidad.
¿Cuándo resulta una u otra? Es decir, cómo saber qué decisión tomar.
Cada quien, en el fondo, aunque sea muy profundamente, lo siente, lo sabe.
A veces pensamos equivocadamente que los apegos son lealtad y en ocasiones confundimos el egoísmo con libertad. Lo malo es que la mayor parte de las veces nos damos cuenta demasiado tarde.
Ideas diferentes a partir de un mismo pensamiento.
En fin.