Leí la frase anterior y me hizo reflexionar: estamos tan acostumbrados a los «es que…» para justificar y autojustificarnos por hacer o dejar de hacer, que dejamos de mirar a lo esencial.
Nacemos sin nada y nada nos llevamos, o como alguna vez escuché «no hay mortaja con bolsas», es verdad.
La vida solo se trata de vivirla, lo que no implica hacer todo lo que se quiera sin importar nada, libertinaje y dispendio, sin un objetivo; por el contrario, implica ser feliz, divertirse, sin lastimar a nadie, y de paso, si se puede, ayudar para hacer las relaciones algo más llevaderas.
También vivir conlleva no claudicar en la labor cotidiana, en las relaciones, en lo que nos acontezca en nuestro diario devenir. Si darse descansos a veces tan necesarios, pero invariablemente seguir y seguir, desde que amanece hasta que anochece, a veces hasta más allá, y así de continuo, hasta que nos lleve la muerte.
Pero con las redes sociales -verdaderamente algo aún tan nuevo, aunque ya habituados- preferimos en ocasiones estar inmersos hasta extraviarnos, obcecados por agregar nuestros pequeños y personales, sino es que también íntimos acontecimientos, pasando por alto convivr, conversar, estar, disfrutar -suponiendo que si no lo subimos a las redes sociales, sencillamente, los momentos no existieran, y por ende no serían disfrutables, dejándonos en la nada, siendo nadie-
Los momentos íntimos -piense cada uno el concepto de intimidad- a casi nadie, en su sano juicio se le ocurriría, salvo trastorno, perversión, o negocio o ambos, hacerlo público en las redes, claro, a menos que se tuviera la fijación de «auto paparazzo» que nunca falta quien lo pretenda ser, pero eso es un exceso.
Desafortunadamente, con esas situaciones cada vez más comunes, caemos a veces reiteradamente en el garlito de no importarnos ese alguien con quien o quienes pasamos el momento que vivimos, para desbocadamente obsesionados afanarnos en compartir a quien o quienes no estando presentes, las más de las veces no les interesa o que quizá a lo mucho, les llame la atención o creamos pretendidamente que les causará cierto dejo de envidia, cuando más bien lo que les provoquemos sea burla.
Pasamos por alto que la sola existencia es oro puro a la par que somos a penas instantes en el tiempo.
Gocemos dandonos la oportunidad de hacerlo primordialmente con quiene o quienes estamos y luego, tal vez solo como algo secundario si cabe, preocuparnos por difundirlo.
Todo esto, no son más que ideas al vuelo, que me transcurren por la mente.