Miro la situación perplejo,
se me apachurra el corazón,
y doliente con este mi sentimiento,
-que nació muerto-
me retiro lejos,
arrastrando mi orgullo,
no buscando olvidarte,
-eso sea quizás imposible-
sino solo para que no te aproveches más de la situación.
En perspectiva,
para aliviar la enfermedad que causa dolor,
se troca de repente a humor,
porque de la tristeza emerge la sonrisa,
tal vez paliativo protector,
mecanismo de defensa,
para cubrir al corazón.
Pero ¿cuál es la razón de esa sinrazón?
Saber que me libero de tu amargor.
Pues viéndolo bien,
de los dos,
la que en verdad sale perdiendo,
sos vos,
porque yo te ame y tú no.
Así que ni te ufanes de verme en la congoja,
pues mientras lo mío por ti,
que no tiene mayor solución,
se reduce a sufrir tu desprecio,
y llevarlo hondo a todos lados donde voy,
tú cargaras con tu sino,
-lo verás-
te des cuenta o no,
y finalmente,
cuando te hagas vieja,
sabrás que ya no encontraras amor,
quizás otras cosas,
con las que tu vacuidad entretengas,
sin llenarla nunca,
y eso te lo dará el destino de sopetón,
pues lo que es tú,
jamás serás tan amada,
como te amé yo,
aunque halles quien te de lo que quieras,
pero nunca,
nunca amor.