Entrega absoluta, sin ser sometido -aplicación plena del libre albedrío por la convicción que nace del sentimiento puro-
Ser tan de alguien que se deja de ser uno mismo.
Ensimismado en el marisma del encanto.
Lo cotidiano más allá de la costumbre que fastidia.
Ensoñación.
Estar.
Sonreír y llorar.
Eliminar la timidez motivado por la espera.
Anhelos.
Saber lo imposible, posible.
Sensible y fuerte.
Arrostrar lo que venga con ferviente convicción.
Empeño motivado.
Desiderata concretada.
Lenguaje sin palabras.
Miradas que dicen todo.
Frenesí.
Y tanto más…
Eso es amor, en todos sentidos, para con «esa alguien», «ella», «la elegida» o más bien la que nos eligió; por supuesto, PASIÓN D-E-S-E-N-F-R-E-N-A-D-A incluida, para desbordarse en entregas absolutas, sin condiciones, donde se desvanece toda esencia para asimilarse y ser dos, uno mismo.
Pero, también con todos los demás que en verdad se ame, uno se compromete al amar: padres, hijos/as, hermanos/as, amigos/as parientes y quien sea nuestro/a prójimo/a, porque la entrega del ser, no se reduce en forma exclusiva a lo meramente sexual (expresión sublime con la pareja)
Amor, solo amor…hasta que duela, como lo dijo la madre Teresa.
En fin.