Etólogo.

(etología -Del gr. ἦθος, costumbre, y -logía-                                                                                                                            1. f. Estudio científico del carácter y modos de comportamiento del hombre.                                                                  2. f. Parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales.                                                              etólogo, ga.1. m. y f. Persona versada en etología).
Considero que, en el sentido más libérrimo que al concepto de referencia se le pueda otorgar -con la debida licencia literaria- de músico, poeta, loco, pero también de etólogo, todos tenemos un poco.

Más allá de la cuestión epistemológica al respecto, me supongo que todos somos etólogos amateurs.

A guisa de ejemplo: quien se la pasa observando -por no decir criticando- al prójimo en ocasiones como si en ello se les fuera la existencia misma; los vicaristas, los vouyeristas; los analistas políticos y sociales (aquellos que explican con una maestría inigualable el porqué de ciertas actuaciones, que ni el propio individuo en estudio sabe bien a bien a que se debe que hizo tal o cual cosa); los profesionales de la crítica, sea literaria, de teatro, cine, etc.; ya no digamos incluso ciertos psicólogos de banqueta y que decir de pitonisas y lectores o lectoras de cartas o adivinadores del futuro, oráculos modernos -émulos de Walter Mercado- que son especialistas en estudiar a sus víctimas, que diga a sus clientes, para decirles en forma más o menos vaga situaciones que absurdas en otro contexto, suenan en el ambiente en que se dicen como verdades supremas guía de la humanidad.

Pero también cuando se pierde el tiempo en un parque, un café o lugar concurrido donde mientras esperamos a alguien o algo o simplemente matamos el tiempo y nos ponemos a divagar a partir de mirar a la gente, estamos en trance etológico, del cual no saldrá análisis a compartir -más que en privado con alguien- de lo que se alcanzó a percibir mientras se aguardaba la llegada tan esperada.

Desafortunadamente esto de ser etólogos matatiempos de a poco se ha ido perdiendo, por estar inmersos en nuestros teléfonos inteligentes, aparatos que si bien sirven para comunicarnos, logran imbuirnos -diría, sin lugar a dudas, devorarnos- en ellos para entrar a un trance casi catatónico en que nos hacemos mezquinos para con quienes nos acompañan y no hacerles caso a fin de meternos de lleno en ese mundo paralelo no real perdiéndonos en él.

Lo escribió hace poco Salvador Cárdenas, al referirse a los teléfonos inteligentes y su excesivo uso que hace obcecarnos, refiriéndose a esa conducta, con lo que se conocía en la Edad Media como «evagatio mentis» y que el propio Cárdenas traduce como papar moscas. Eso es lo que está destruyendo esa etología innata del ser humano.

Es clara la correlación existente entre la ausencia de comunicación interpersonal y el uso -abuso- de los aparatos que sirven para facilitarla (¡que paradoja!).

Pero además la conducta humana se ha distorcionado, quizás y solo quizás «evolucionando» a grados que nos son desconocidos y nos resultan inadecuados.

Mientras tanto el etólogo que todos llevamos dentro va desapareciendo, diluido en este marisma tecnológico…

En fin.

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