¿Cuánto hay que pasar para encontrar a esa que llene mis días y abrace mis noches?
¿Qué requiero para tenerte conmigo y en ti desahogar todas mis pasiones?
¿Cuántas tienen que sucederse, una tras otra, para por fin hallarte?
¿Cómo hacer para llegar a ti y postrarme a tus pies, no para adorarte, sino para iniciar a amarte?
¿Cuándo apareceras tú, etérea, por la que suspiro y me muero?
¿Dónde, por fin, te he de encontrar?
¿Qué será acaso que no existas y entonces tenga saciar mis ansias en tantas otras hermosas cuencas, en mi búsqueda de ti, sin que alguna seas tú?
Paso momentos plañideros, vertiendo mi ser en ilusiones vanas, para llenar un vacío que nunca se completa, pues no eres tú, la que anhelo quien esté en mi lecho y me acompañe para aquietar mi agonía.
El pensarte, como imagen, me embeleza; pero saber que no te tengo, porqué quizás no existas, me causa angustia.
Dueles más por no ser, que por no estar; porque no se si existas en la realidad, aunque ya vives en mí.
Y mientras, a falta de ti, me desbordo en pasiones desenfrenadas que mitigo en hermosas y suaves pieles que no tienen contenido, que no satisfacen en nada; mujeres hay para tocar, sentir, platicar, enamorar, acariciar, disfrutar y por momentos hacerme la ilusión que estoy un instante en ti, aunque se difumina de inmediato el encanto, al decirme el alma que intimidad en sí, no es amor y que ni siquiera es intimidad, sino solo pasión vacua donde desbocarme sin sentido, para sustituir afanes por deseos, anhelos por enredos.
Y no es que no goce el roce de cuanta mujer dulce, suave y cautivadora haya como lo es, en cualquiera de sus acepciones, pero es solo eso, goce; no es lo mismo, el ulterior yacer de ánimos relajados, que en verdad hacer el amor, empezando por tocar el alma y continuar teniendo el sutil encanto asido en el ser y que los cuerpos entrelazados sean natural consecuencia de asimilar la esencia, de esa mujer en especial que es concreción de lo divino y lo etéreo en lo real de la sensata existencia, aquella a quien soltarle, sin más y de la nada ¡Te quiero!
Aquí continuaré en la búsqueda, velando por esa que sea la bien amada.