Tarde de lunes, aún en la oficina.
El trabajo sale bien -incluso lo no previsto, así como solicitudes extraordinarias, que nunca faltan-
Las horas pasan, transcurre todo con normalidad, para ser el primer día laboral inmediato posterior a las vacaciones.
Demasiada tranquilidad. Sin novedad en el frente, que hace tan vigente el título de la clásica novela de Erich Maria Remarque, publicada en 1929.
Y aquí seguimos, en esta tranquilidad de miedo, que en verdad a veces hace pensar que en realidad se está en el ojo del huracán y vendrá el vendaval dentro de poco.
Espero que solo sean telarañas que se tejen en la mente, derivadas precisamente de tanta quietud, que me crea exabruptos.
Quizás estoy acostumbrado a la adrenalina de la presión que ahora, habido de la misma, extraño y requiero, por estar ayuno de ella.
A veces la calma también puede presionar y ocasionarnos trastornos que enajenan.
Pero sigo trabajando.
En fin.