Y aquí, fuera de quirófano, a la espera, en lo que operan a la menor de mis hijas.
Son las 8:00 a.m.
Mientras mi otra hija, la mediana, se encuentra todavía en el hospital, ojalá ya hoy la den de alta.
No hay más noticias.
Dicen: «no news, good news»; quizás sea verdad, pero la angustia de no saber, es lo que agobia.
Momentos que así suceden, sencillamente porque pasan, los que supongo, todos en ocasiones transitamos.
Me viene a la mente las veces que yo, siendo un niño de quizás cinco o seis años, operaron -de no recuerdo qué- a mi mamá y la señora que nos cuidaba -se llamaba Remigia- supongo que por encargo de mi papá y mi mamá, nos dijeron a mi hermana y a mi que nos llevarían a la feria de Chapultepec porque su marido trabajaba ahí.
Sin ponernos de acuerdo mi hermana y yo no quisimos porque queríamos ver a nuestra mamá.
Nos trataron de convencer, que nos íbamos a aburrir, que nos teníamos que comportar por ser un hospital, que tal vez no podríamos ver a nuestra mamá, que no desaprovecháramos la oportunidad de ir a la feria con el pase que gracias al esposa de Remigia íbamos a tener, etc., pero no aceptamos.
Para mi hermana y para mi -insisto sin habernos puesto previamente de acuerdo- no había mayor opción que ir con nuestra mamá.
Vagamente recuerdo algo más; muchas lagunas de por medio después que ya han transcurrido más o menos 47 años de por medio; escasamente hay aún efímeras imágenes en mi mente de un cuarto de hospital medio en penumbra, cortinas color crema con mi mamá postrada en la cama, sonriendo y mi papá y hermana en el mismo cuarto. No hay más en mis registros…
Siendo honesto, no se sí debiera rezar un Padre nuestro o un Ave María.
Pero lo que ahora me sale es tan solo escribir.
Tal vez oro a mi manera, no en las formas convencionales.
A lo mejor escribir sea otra manera de rezar, cuando mis dedos tocan cada tecla, más que silabario, como si fuera un rosario y en lugar de pasar las cuentas en cada oración a golpe de escribir, lo que salga, se construya esa oración que clama por mantener la serenidad en tales circunstancias a la par que rogar a Dios que todo salga bien con mi chiquita y que a mi otra nena me la cuide mucho y logré recuperarse ya.
Por fortuna, en esta acumulación de situaciones «curiosas», mi primogénita está bien, con sus problemas de chamba -duros y preocupantes- pero en salud, espero, bien.
Y mi nieto, feliz inocencia de los cuatro años, por fortuna, no tiene conciencia de estos menesteres y su ocupación es jugar, como debe ser.
Soy ahora apoyo, sostén de varias vidas. Me siento cual circo de más de tres pistas en las que hay personas que aún hoy, todavía, dependen de mí y aquí estoy, aunque nada más pueda hacer que solo estar, para que sepan que estoy, que es mi presencia, aunque un muro nos separe, aunque estén inconscientes y yo velando, a manera de cuidar que se alejen malos vientos y peores designios, espantando malas vibras y cuidando su sueño mientras una se recupera actualmente a lo lejos, en otro sitio, y otra esta siendo intervenida, para salir adelante.
—
Ya salió mi hija de la intervención quirúrgica; nos avisa la doctora que todo bien. Falta la recuperación post-operatoria.
Son las 9:15 a.m.
Gracias a Dios y a los médicos, todo bien.
Pero con la novedad actual que tiene arritmias y entonces, hay que llevarla a que la revise el cardiólogo.
Pensé que ese trance ya había concluído, pero sorpresas te da la vida…
Ahora habrá que atacar esa otra parte.
Me vuelvo a remitir a Mateo: bástele a cada día su propio afán…
Cuando salga de aquí, a ir por mi otra nena al hospital.
Vaya cuestiones en que nos pone, a veces, la vida.
Nada qe no podamos aguantar; Dios no nos pone pruebas más allá de nuestras fuerzas o que no podamos superar. Sólo Él sabe sus designios y la razón de los mismos.
Llovió en el alma; ahora, solo chispea pero aún no para…
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Dejamos a mi hija recién operada, ya instalada en la casa.
Son las 10:40 a.m.
Vamos por medicamentos, algunas cuestiones para dieta blanda y luego, camino al hospital, a la segunda ronda.
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11:45 a.m., llegamos al hospital
Nos reciben con la noticia que le harán otros estudios de orina para revisar la infección.
A seguir esperando.
Pasan de las 15 horas y aún nada.
Preguntamos y no hay respuesta todavía si el día de hoy la darán de alta o no.
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Seguimos en la paciente espera.
En eso, llega de nuevo al cuarto el médico. Son las 17:30 horas ¡Por fin! Nos indica que los análisis salieron mejor y puede irse a casa.
Gran suspiro ¡ufff! ¡Se acabó y bien!
Cuidados varios: media docena de medicamentos, alimentación con dieta blanda, que se yo, nos dan las indicaciones por escrito -lo cual es bueno, toda vez que no pongo atención- solo pienso en ya salir del hospital, cual si estuviera huyendo hacia la libertad.
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A manera de epílogo:
Recuerdo, a manera de anécdota una frase que me platico mi papá respecto de una obra de teatro (por cierto, una comedia) que alguna vez vio -tampoco recuerdo cuál- y que se refiere a una serie de tribulaciones que le suceden al protagonista a lo largo de la obra, y que me viene a la mente como flashback, mientras salgo del hospital, esbozando una sonrisa, entre contento y sintiéndome vencedor en estas batallas, contándome mentalmente para mis adentros, un chiste que quizás nadie más entendería en este instante: «¡Paren el mundo, que me quiero bajar!»
Un poco de humor de mí, para mí mismo.
Bueno, pues ¡a darle! que de eso se trata la vida, mientras esta haya.
Termino de escribir esto, ya en la casa, con algo de calma.
P.d.: Gracias mi Dios, en verdad ¡gracias! por tus bendiciones en este día, en el que nos permitiste salir venturosos.
Por supuesto, rezo el Padre nuestro y el Ave María, en silencio…ambos me reconfortan.