Fue un buen día

Escribo en lunes 12, por la noche, pasan de las 11 pm. Después de una larga jornada, por fin, llegué a casa para descansar; pero no puedo dejar de escribir acerca de las diversas cuestiones sucedidas durante el día, que me motivan ahora a escribir estas líneas.

Abreviando, inicié con clase en licenciatura en derecho en la Universidad Panamericana, a las 7 am (por lo cual comencé el día a las 4:30 am), terminando, salí rumbo a la oficina a realizar diversos trabajos, revisiones, llamadas telefónicas, reuniones, una clase de inglés, luego comer en cuestión de 40 minutos, otra junta y finalmente de regreso a la Universidad Panamericana a dar clase en la especialidad de amparo.

Lo que sucedió durante todo el amplio recorrido fue en verdad algo que me dejó contento, y puedo decir que este día me gustó con toda esa actividad, que de pensarla previamente, era algo agotador.

Se dice que el trabajo ennoblece. Esa siempre ha sido la divisa en mi vida supongo que al igual que la de quienes somos producto de la cultura del esfuerzo.

Heredé de mis padres una excelente educación y formación, bajo la consigna de que el esfuerzo es lo que me sacaría adelante, me haría crecer y generar los propios recursos para vivir.

Agradecido estoy con mis padres, con Dios, con la vida por darme la oportunidad de demostrarme a mi mismo que de la forma en que lo hago, y tal vez aún buscar hacerlo mejor, efectivamente el dicho y ejemplo de mis padres, permeó y me permite ser quien ahora soy: un individuo en continuo desarrollo, creándome día a día, forjándome en lo cotidiano para intentar aportar algo en beneficio de mis semejantes.

Soy un tipo ordinario, ni más ni menos que otros tantos, con la perenne convicción de seguir siempre adelante, aún y cuando en ocasiones la vida depara adversidades y pareciera que intenta refrenar el empeño constante devolviendo solo fatigas y quizá malos instantes en respuesta al esmero.

Aún en esos momentos se me aparecen mis padres en el recuerdo dentro del corazón y ya sea que su ejemplo me jala o me empuja y me hace no claudicar, sino sacar la casta, fuerzas de flaqueza para continuar, que la vida ni sabe esperar ni se detiene por nadie.

Mientras haya vida, ha seguir reiteradamente adelante.

Ahora leeré un rato y luego a reposar unas horas para reponer fuerzas y afrontar lo que viene mañana.

Quedaré como dice el tango: «…en esa hora mortecina en que el músculo duerme y la ambición descansa…», o en lenguaje de computadora: en modo de reposo.

Mañana será otro día, mejor que el de hoy.

Estoy cierto de ello.

En fin…

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