A la espera, mientras tanto, hay algo que inquieta al pensamiento en lo que el calmo transcurrir avanza, imperceptible, casi quieto, como a veces sucede en la vida, sin darse cuenta.
De vez en vez, al mirar el reloj, las manillas fijas, mágicas, pasan de un lado a otro, única forma de saber que el tiempo sucede.
Y así se va todo, cada uno de nosotros y nuestro devenir sin a penas sentirlo o verlo…hasta que en algún momento nos damos cuenta que solo aconteció.
Es esa conciencia de lo efímero, lo que me doy cuenta que inquieta.
Nada que hacer más que andar en el devenir, planear montado en una ola, hacer surfing, mientras se guarda el equilibrio para no caer.
Así, imperceptible en la calma se deja sentir ese constante desasosiego de estar quieto sin avanzar en la vida, sin estar más que a la expectativa de lo que no se alcanza aunque se persiga.
Eso cansa.
Y cuando a penas se toma un suspiro para continuar en pos de lo que se busca sin lograrse, entra la angustia que carcome en esa aparente calma que no es más que el instante de tomar aliento para seguir la marcha.
Ni la quietud tranquiliza al alma.
En fin.