Desde la ontología y deontología no hay discusión en cuanto a un argumento disyuntivo en tal sentido. Sin embargo, lo cotidiano, en ocasiones nos impone situaciones que si bien pudieran no llamarse inauditas, si dan pauta a una especie de «retorción» argumentativa,

A lo que voy: la vida nos pone en ocasiones, en todo tipo de circunstancias; algunas tal vez azarosas que imponen un alto en el accionar y hacer una inmediata reflexión teniendo en cuenta los principios inculcados y que por convicción hemos asimilado, para no convertirse en un ser frívolo e inane.

No es algo fútil.

Es un hecho que en la vida hay vicisitudes, consecuencia a veces de nuestros actos, pero también que de pronto se presentan sin más y está en uno buscar como resolverlas o bien salir lo mejor posible con una decisión adecuada a la «recta razón», considerando que el ser humano persigue en forma innata el bien per se.

Es algo que se escribe más fácil que lo que es actuar en el momento que suceda lo que puede crear tal o cual acontecimiento.

En realidad no se porque estoy escribiendo al respecto, quizás me viene de un pensamiento en torno a algo tan simple como la imagen en una película en que alguien cae en ese supuesto y nada más «cinematográfico» que una escena en tal sentido: escoger entre lo fácil e inmediato con un beneficio personal o bien hacer lo correcto y apegado a la ética (o moral) para al final, a pesar del sacrificio incluso de la vida, salir con un «happy ending» entre meloso y cursi.

Pero la realidad no es un guión de película, ni obra de teatro, y las personas dilucidan en función de su necesidad o bienestar antes que en atención a principios y en ello va, a veces,  la vida misma.