Me dices y me escribes cosas, que me sorprenden por saber que provoco todo eso en ti; pero creo que hay un error de apreciación de tu parte, porque observo que eres tú quien así las siente y por ende, eres tú quien genera todo ese entorno que me describes tan profusamente en tus palabras, dichas o escritas.
El secreto de todo, en realidad no soy, para nada, yo.
Eres tú.
Tú eres quien me hace lo que soy.
Sin ti, no existiría la persona que contigo soy.
Es gracias a la interacción que tenemos, que nos damos, que generamos, que el milagro se realiza; que transforma a un individuo normal, común y corriente, en un ser tan increíblemente arraigado en ti.
La situación es que tú eres la fuente; tú eres quien permite que todo este entramado de ensueño, suceda y se transforma en lo que hay, en lo que sientes, en lo que piensas.
Tú generas el contexto de esta relación y que haya esta sensación de bien que sublima; de bienestar que hace que se produzca esa endorfina de la que hablan los científicos, y que hace que esto entre los dos se incremente y nos haga volar.
Eres la maga, la bruja que provoca el hechizo; y éste, genera en posión de amor que provoca efluvios que nos transforman en seres que somos capaces de transplantamos el uno en el otro, para adentrarnos en la esencia del amor puro, ese mismo, que se produce a partir de tu aceptación y dejarte conducir hasta la profundidad de tu existencia y llevarte ahí, al centro mismo de tu existencia y sensación como mujer.
A partir de ahí, nace todo; a partir de ahí, tu haces que la magia se dé.
Tú eres y haces la magia.
A partir de ti, se genera y se da todo ese torrente de sensaciones, en esa explosión de sentimientos; y por eso, es que al fluir, es incontenible e imparable, no tiene fin y solo es caudal que va creciendo hasta llegar al cielo. Nos haces volar.
Por eso, se genera lo indecible, lo inefable, lo que no tiene descripción posible, más que sensación pura, que brota del sentimiento mismo y se convierte en lo espectacular, tan lleno de ti que es caudal, torrente que hace perder la razón misma y uno se deja llevar, hasta estar en el otro y desaparecer en su ser.
En fin.