De a pocos voy aprendiendo, ya en el atardecer de mi vida, que no debo ya contarla por años, esos son tiempos idos, sino por días en el aquí y el ahora, sin hedonismo, pero tampoco nihilismo; porque sí, de alguna forma se trasciende y por ello he de obrar en rectitud de conciencia pero disfrutando de ser y estar.
En efecto, cada momento, no solo conjugarlo, sino en verdad, pasarlo, sentirlo conforme transcurre en participio presente o presente continuo o gerundio (según se quiera) y así disfrutarlo o incluso sufrirlo, que de lo primero gozo y de lo segundo, como experiencia, aún dolorosa, aprendo o trato.
Y es que de eso va la vida: de vivirla e ir aprendiendo en lo cotidiano cada instante y buscar guardar recuerdos que atesorar para cuando haya oportunidad, echar mano de ellos para recrear no en nostalgia o melancolía, sino reactivando lo que es y tal vez, solo tal vez, seguirá.
Y es que voy forjando, de a pocos, un individuo que busca no el perfeccionamiento de mi ser sino tratar de ser la mejor edición ahora, de lo que he sido ayer.
Lo hecho, hecho está no se puede cambiar, ni lo intento, a partir de ese continuo comienzo día a día busco ser alguien con quien me guste convivir a mí mismo a fin de poder hacerlo con los demás e intentar estar en armonía sin buscar nada más.
Que la búsqueda y competencia únicamente se da con o contra uno mismo, nunca con los demás. Se pierde el tiempo en vano si se busca superar a otros, porque solo uno sabe lo que trae dentro y lo que debe trabajar para salir adelante y mejorar para sí y presentarse así, a los demás no porque sean referente u objetivo sino sencillamente porque la convivencia no se da en solitario y siempre se debe considerar la otredad.
Que voy trabajando, de a pocos y en continua lucha con mi ser, para sacar lo malo y crecer en lo bueno para vivir conmigo mismo en paz.
De ahí lo que se genera, es la felicidad, nunca es tarde pra un nuevo comenzar.
En fin.