Pasan tan rápido ciertas situaciones o al menos así lo parecen, en el tiempo que normalmente tiene un muy largo y en ocasiones pausado devenir.
¿Será que lo que gusta, hace que uno no se percate del tiempo y por eso pareciera que de un momento se pasa a otro así, de la nada, sin más?
Porque cuando hay alguna obligación y forzosamente se hace, se cambia el entendimiento de y en nuestro pensamiento y parece que todo alrededor se aletarga, que no transcurre; y en cambio, las situaciones agradables se miden en instantes “prontos”, que de tan rápidos, mientras pasan, se añoran instantáneamente.
El lenguaje de cómo nos narramos a nosotros mismos lo que hacemos o dejamos de hacer, interpreta la realidad como nos la contamos y así la miramos, aunque esta visión llegue a distorsionarla.
Entonces modificar nuestra visión y por ende nuestro pensamiento aún respecto de lo que nos es complicado, difícil o nos hace daño es lo que hace la diferencia.
Decirlo es sencillo, ponerlo en práctica requiere de mucho empeño y auto convencimiento.
Como sea, el tiempo no se detiene y sigue pasando con o sin nuestra presencia y forma de mirarlo.
En fin.