Y aunque también hay dolor y momentos duros que forman parte de la vida y nos enseñan, aún esos instantes los vivo intensamente para poder saber que la Alegría (con mayúsculas) no hay que darla nunca por sentada, sino precisamente disfrutarla aún más, cada que la felicidad regrese a complacer mi solaz.
Cada día vivirlo en presente continuo, que es la única forma válida de conjugar la existencia, para no acongojarme en el pasado ya ido, ni angustiarme por el futuro incierto.
Nadie tenemos al vida comprada, ni asegurada y no es menester azaroso al cual esclavizarse el obsesionarse con eternidades fútiles que a ciencia cierta no son demostrables, como tampoco perder la ilusión, por creer que fuera de la realidad, lo no probado o descubierto (aún), sea inexistente y vano.
Tratar de hacer el bien o de menos, no fastidiar absolutamente a nadie, en busca de ese tiempo que logre alegrarme y darme felicidad; que la misma, también se encuentra en ese dar y darse a los demás.
Así, sin más.
En fin.