Muy buenos días, encantadora y cautivadora, cual eres.
Te imagino despertando y en la penumbra viéndote hacerlo; luego, cómo conversamos aún acostados y sin que nos transcurra el tiempo, solos tú y yo, en la quietud de la cama disfrutándonos largo rato para luego, que el hambre nos levante, desayunar, seguir conversando; más bien, atento escucharte y pasar el tiempo estando juntos.
No es idílica mi imagen de ti, es realidad que vivo día a día recordando lo que habremos de pasar juntos. Lo sé.
Y digo “recordando lo que habremos de pasar”, no por error de conjugación gramatical, sino consciente de un aquí y ahora en paralelo, que vivo sin vivirlo aún, pero que estoy cierto de que ahí está, contigo esperándome, o más bien esperándonos en algún instante de nuestras vidas.
¿Cuándo? No tengo idea pero es tan vivida la imagen que se me presenta cotidiana en esa realidad que me acontece tan natural que la puedo sentir aunque solo esté, por ahora, en mi mente.
Aquí te espero, con el clamor latente a la expectativa, que es tranquilizado mientras se hace realidad palpable, con esta imagen tan presente de ti, disfrutándote de esta otra forma, tan etérea a la vez que tan bonita por estar tú en mí, tan cerca en mi mente y en mi corazón.
Aquí estoy, aquí te espero.
Te quiero, donde estés, cómo sea.
En fin.