Escribir para hacer catarsis, aunque no tengan destinatario las palabras. Hacerlo por el placer de narrar ideas que se viene de la nada, o que en ocasiones son historias a crear o bien, narrativas de recuerdos.
Escribir es un hablar a solas pero a través de anotar, apuntar, asentar pensamientos, sin siquiera abrir la boca. Un auténtico diálogo interno.
Este hablar a solas a través de la narrativa escrita, es evitar parecer loco, como aquellas personas que caminan por la calle y se van contando cosas tan ensimismadas en sí, que ni cuenta se dan que su diálogo interno lo exteriorizan incluso con ademanes y, a ojos de quienes los miran pasar, se ven extraños.
Claro está que, esto de hablar solo, se hizo común a partir del uso del “manos libres” de los móviles y ya no extraña tanto ver parlotear individuos sin un interlocutor frente a ellos o ellas.
Escribir mueve sentimientos.
Escribir tranquiliza, al igual que respiraciones profundas, pues hace concentrarse para no perder ilación respecto de lo que se quiere expresar.
Escribir aquieta, conmueve, enardece, apasiona.
Escribir es un poco hacer musicales los sentires, los pesares, las alegrías, el transcurrir de la existencia si bien quizás no dándole sentido (o tal vez si) pero apaciguando los demonios de las inquietudes, dudas y zozobras.
Escribir calma, apacigua, aquieta las ansias, aunque a veces también las aviva, hace que el transcurrir del tiempo se aquiete, sin pasmo, pero hace que el ser completo esté calmo.
En ocasiones se escribe sin una idea que sea punto de partida o con intención alguna más allá de solo desfogar lo que se trae dentro y sólo se suelta a través de ponerlo por escritorio ora para crear o recrear realismos ora para expresar surrealismos o impresionismos, sin la maestría de los profesionales que a ello se dedican, sino solo por el deleite personal de hacerlo y dejarlo en algo palpable para después hasta olvidarlo, si ya no se vuelve a leer.
Escribir, por el solo deleite de hacerlo, dibujando esbozos de conceptos que, de otra forma, no saldrían jamás a la luz, pero que puede ocurrir que quizás accidentalmente, cuál náufragos a la deriva, otros sepan de ellos, los vean, los lean y se atrevan a hacer sus propias narrativas y las avienten en botellas imaginarias al océano virtual para que lleguen a otras playas y que alguien más siga su propia cadena de escritura si se anima a burilar algún sentimiento o idea solo por verla escrita, leerla para sí una vez concluida y se atreva a lanzarla o suspire para luego desecharla.
Inicio la jornada en este nuevo día.
En fin.