Cuán veloz transcurre el tiempo
que no permite al entendimiento comprender,
lo efímero de cada momento.
Vano distraerse en otros menesteres,
en lugar de atender a lo que acontece presto.
Lo importante es estar
y agradecer,
vivir el ahora,
y así,
asimilar que el presente continuo es el misterio develado de lo eterno,
y le da a todo sentido.
El infinito conflicto de lo perecedero es que,
sabiéndolo,
nos esforzamos en intentar dilucidar un tal vez,
un quizás,
que a lo mejor
ni nos toque mirar,
o bien pretender borrar el pasado que ya fue
mientras la oportunidad de lo que nos es dable sentir,
se nos escapa,
se nos va
y jamás volverá.
Concentrarse en el aquí y el ahora,
grande tarea que requiere dedicación;
que,
cuando se logra
da la sensación de plenitud.
Lo demás,
transcurre más allá de nuestra voluntad,
en su propio devenir.
Lo demás entonces es lo de menos.
En fin.