Hallé un hermoso colibrí rondando mi jardín
Vino un día y encontró alguna flor escondida y libó su néctar; de pronto caí en cuenta que aparecía de cotidiano; por sus visitas me percaté que había más flores de las que siquiera había visto. Volví a observar mi jardín gracias a la presencia del lindo colibrí
Entonces, adquirí un abrevadero para que tuviera dónde beber e incluso refrescarse. Un día lo pillé en pleno festín en el agua lo que me alegró el alma
Así, esperaba a que viniera el colibrí para verlo y solazarme con su presencia.
Me atreví incluso a aparecerme en el jardín cerca del abrevadero, permaneciendo sin moverme; se desapareció supongo hasta que se acostumbró a la figura inmóvil que fui durante varios días. Y así nos fuimos haciendo cotidianos hasta que ya no volvió jamás.
Otros pájaros aprovecharon el abrevadero y había ocasiones en que incluso era un constante trinar de diversas melodías que parecía un concierto en frenesí que convertía el canto en arcoíris cantarín.
Mi jardín no volvió a ser ese espacio de costumbre que no volteaba a ver, sino un lugar de continuos descubrimientos donde imaginar historias que narrarme para transcurrir en el solaz de su verde con brotes coloridos , donde estar es un milagroso placer cotidiano, aunque extraño al colibrí.
¿Qué habrá sido del colibrí? ¿Qué será de los colibríes que aparece y desaparecen de la vida?
Dejan huella que dibuja una sonrisa que revolotea la memoria por solo unos instantes, para luego desvanecerse en el devenir de lo cotidiano.
Pero, a fin de cuentas ¿de qué está hecha la vida, sino de instantes?
En fin.