“Caminaba en la arena, sus pies marcaban sus pisadas.”
Frase aparentemente sencilla, que no simple, colmada de poesía
Desde que la leí, me pareció sublime.
Caminaba en la arena ¿quién? ¿Tú? ¿Una tercera persona?
Me pareció, de primera lectura que te referías a ti cuando leí/ Caminaba en la arena.
Hice una pausa hasta esa parte de la oración y clarito te vi en ella.
Era el amanecer, esa parte del día en que el sol aún se asoma mustio, alumbrando sin quemar.
Ibas con un suave vestido ligero, blanco, que transparentaba tu cuerpo, delineando tu contorno en forma recatada pero lo suficiente para ver tu esplendor.
Descalza, andabas por la playa disfrutando la leve brisa. Estabas en esa parte en que el mar a penas roza la arena y entonces con paso suave que parecías a penas transitar.
Pero luego terminé de leer: sus pies marcaban sus pisadas.
Me di cuenta que no eras tú, que te referías a una tercera persona; entonces, no sé porqué me hice entonces a la idea que eras tú quien me veía caminar.
A veces juntos tomados de la mano, a veces te desprendías de mí y te adelantabas; otros cuantos pasos más, te atrasabas como rondando en torno mío mientras yo hacía más lentos mis pasos para solo disfrutarte pues eras una niña retozando libre, junto a mí.
Me di cuenta, tras mis pensamientos, que habías escrito (en ese comienzo de diario), esa observación, al recordar en tan sencilla frase, lo que había sucedido en ese paseo matinal.
Me miraste, sonreíste conmigo y cuando volteaste hacia abajo fue que te diste cuenta de mis huellas en la arena, mientras seguíamos nuestro paseo.
Y me llené de emoción por la descripción que contenía tanto en tan pocas palabras. La oración había tornado en gran significado por ser un pensamiento tuyo acerca del momento que compartimos.
Eso que escribiste, fue para recordar lo que aún nos falta por vivir.
En fin.