En mi derrotero en ocasiones hago pausas, para descansar de la jornada que a veces se torna ardua.
Pasa que me siento cual Sísifo, empujando una roca a la cima para que casi al llegar ruede caída abajo y tenga que volver a empujar.
Pero es que así es la vida o al menos, de tiempo en tiempo, mi batallar.
Y entonces, detengo mi andar; cuando las circunstancias lo permiten, expreso mi sentir escribiendo que es la forma que tengo para no claudicar.
Los escritos, al narrar lo que me alborota dentro -en vez de ahogarlo en licor, que no es lo mío- es deshacerme de él; deja de inquietar mi ser, lo saco de mi cuerpo, y al arrojar las palabras al viento, se van y me permite continuar tranquilo y con denuedo, al cargar el fardo con menos peso.
En fin.