Acéptame sin reparos,
sin estar analizando lo bueno y malo; los defectos que tenga,
más los que en adición
me inventen y creas ver;
sin hacer recuentos del pasado,
o hasta buscar en el que dirán,
para solo tener
el pretexto exacto,
para con simpleza,
no permitirte,
ni permitirme,
amar.
Acéptame con todo,
incluyendo lo que de mí sabes;
pero no con lo que intuyes
o mucho menos con lo que no te consta,
que eso crea telarañas mentales,
mismas que justifican
el porqué no,
en vez, del porqué si.
Acéptame con mi cauda de mis múltiples defectos,
y mis muchas mezquindades,
con mi plenitud (la poca que quede)
y con mí casi total oscuridad,
que como eclipse,
será en poco tiempo total.
Acéptame con mis constantes “ires y venires”,
así como con mi inconstancia en ser y estar.
Acéptame con lo mal amante que soy,
y con la paciencia que tendrás,
con la que,
llena de ella,
seguro mucho,
me habrás de enseñar;
sobre todo,
en cómo debo aprender,
a saberte amar;
que de eso,
ni el más experimentado sabe,
aún cuan grande experiencia tenga de por medio,
porque las personas no somos copias exactas unas de otras para tenerlas por igual a cada cual;
que tú, mujer,
como cada congénere,
en sus diversas formas,
es tan diferente
que a cada una se la quiere,
buscando de a pocos,
afanosamente,
conforme su propia sutil manera,
en su propio mundo y diversidad.
Acéptame sin más;
y permíteme entrar en tu mundo, estar en ti,
ocupando aquella parte,
de tus tiempos vacíos,
en que añoras,
a quien te haga estar y sentir en paz;
pero también en aquellos de solaz en que requieras sentirte linda y plena, como en verdad lo eres,
y disfrutar de sexo,
compañía y vida,
con lo que se goza,
y en ocasiones se padece;
que la vida es felicidad,
aunque en ocasiones,
los tintes de hiel,
ayudan a valorar,
la plenitud del goce,
de vivir y sonreír.
Mira que yo se de ti,
de tiempo atrás;
y te conozco,
más o menos,
como pocos en ese afán,
sin recuentos de lo que pueda ser, lista de contras,
que los pros en sí mismos me bastan, y es lo único a lo que me aplico,
en este menester,
de poderte amar.
No pierdas tiempo
que de ese,
poco hay,
y,
de vida,
menos
que ya hemos gastado mucha
y la que reste,
que sea aunque breve plena a radiar para luego,
si ya no estemos juntos,
al menos ser cómplices
en la lejanía,
con una sonrisa que aflore, imperceptible,
en los labios,
al recordar.
Acéptame y ya.