¡Vaya, cómo nos hacemos historias de lo que nos acontece!
En la vida nos colocamos en diversas situaciones de todo tipo que al paso del tiempo se transforman en memorias que, para bien o para mal, vamos magnificando o minimizando; devienen en recuerdos de los que echamos mano y hacemos eco, y que a base de repetírnoslos los alteramos de tal manera que en esencia llegan a ser tan diferentes de lo que en realidad fueron.
A fin de cuentas, percepciones que nos creamos, alterando lo vivido, amoldándolo a la ocasión del sentimiento vertido.
Cuan catártico resulta darle vuelta una y otra vez a los recuerdos para, a base de repetirlos y alterarlos, hacerse a la idea que lo sucedido fue distinto y corregido para de tal manera corregir a como se hubiera querido que pasara.
Más allá de simples mentiras, se trata de un mecanismo para sobrellevar la realidad y enfrentar (al menos en auto convencimiento) mejor el presente, sin remordimientos, sin lastres, sin pesares, sin tensiones aunque en realidad repitamos una y otra vez consistentemente tanto lo bueno como lo no tanto y hasta errores del pasado, pues se tiende a la constante de, en ocasiones, buscar lo que más hiere en pos de lo anhelado.
En fin.