Recibes golpes de la vida y crees que te han pegado duro, tanto que sientes ya no poder más.
Te dueles, te afecta, cuestionas el porqué, en ocasiones gimes o de plano lloras con tristeza auto compadeciéndote, hasta que entonces te das cuenta que siempre hay un algo en toda esa situación que te acontece, que en verdad hace que a pesar del trastorno ocasionado, puedas sobarte (lo que ya es ganancia) y seguir adelante.
Te has fortalecido, aprendes, te haces resistente.
Después del trancazo, respiras profundo, te sacudes, limpias tus lágrimas y empiezas de nuevo; pero ahora, caminas más seguro, tienes mayor resistencia y a la vez eres más flexible.
Haz asimilado la dura enseñanza qué quizás te tumbó pero no te dejó tirado, ni estas acabado.
Eres resciliente.
Estas listo para reiniciar, comenzando -desde donde ahora te encuentras- el trayecto. Ese que te das cuenta que tú y solo tú has iniciado, y continuas tu camino trazado, tal vez con algunas variaciones y ajustes, pero continuas adelante.
No te rindes.
No claudicas.
Hay vida, así que continuas en la brega, listo para soportar más golpes, a base de mayor seguridad, esperanza y sobre todo confianza en ti mismo.
A fin de cuentas, de eso se trata, aunque no únicamente, mientras se viva
En fin.