La tranquilidad que vierte la noche,
silente aquieta, de a pocos, el diurno ajetreo,
y en la profundidad que amorata la ojera del desvelo,
despliega los anhelos;
esos,
que no se forman como sueños,
sino que se presentan,
de continuo,
en insomne pensamiento,
provocador de ideas,
que superan disparatadas ensoñaciones.
No duermo por falta de sueño,
sino por exceso de pasión,
en la sinápsis del neuronal bullicio,
que efervescente,
mantiene en vela,
sin distinción,
imaginación y deseo.
No es maldición;
es un disparatado don,
que inoportuno,
va y viene lúdico,
e inicia,
sin permiso de por medio,
el juego en el que ahora me encuentro.
En fin.