Palabras al viento.
Caminos a la vacuidad en la abundancia.
No hay nada perdido (así se cree, no es verdad).
Lo que no fue, se llegó a presentar; efímero suspiro.
Al parecer, no será.
Es increíble dejar pasar la oportunidad dentro de un marisma de enredos, igual a la vida de complicada, que nos hace estar en situaciones que no buscamos pero se presentan.
Y entonces, se hacen planes, se va conformando un algo a partir de la ilusión que estuvo contenida por tanto tiempo acallado, de lo que a penas llegó a ser el toque de un instante cristalino, hermoso, perfecto; y resulta que, antes de echar raíces, se quiere dar por terminado.
Se observaron el conjunto de situaciones ya existentes y sabidas, que son cotidiana manera de convivencia que, costumbre al fin, ha seguido, y a partir de ahí se tomó una decisión tajante.
Se respeta. Se sufre.
Las cosas forzadas no resultan, ni son buenas.
Quizás sea lo más sensato, lo que incluso recomendaría el sentido común y hasta la prudencia.
La remota posibilidad de un quizás que, aunque mera quimera, es aquello que en verdad da vida a la existencia.
Pero…
A regresar a lo cotidiano de la costumbre, a lo que es, donde en verdad no se está bien, pero no se está mal; sencillamente, no se está. Y como paleativo queda el trabajo denodado.
Dolerá
Allá, no sé.
Tal vez, con la fortaleza, sea tropiezo o asidero que, nada importe.
Aquí, es guardar la belleza del instante, partiendo de la ilusión juvenil de ese amor; de repente, encontrarlo como si un sueño se hubiera realizado, para luego esfumarse ahogado de realidad.
Caminos paralelos, veredas hacia diferentes derroteros.
Doy gracias por la oportunidad de al menos haber tocado un instante de utopía grata que me acompañe mientras me reste memoria en esta vida.
Palabras al viento.
En fin.