Retornar, no es volver a una locación o coordenadas donde se estuvo o de dónde se proviene, sino encaminarse e ir a lo que se es.
No es ir hacia el pasado sino buscar en el presente lo que no debimos dejar de ser, cambiar (mientras haya vida se intenta) y seguir adelante.
El regreso a uno mismo es para reintegrar lo que en su momento se deconstruyó y separó.
Es volver a estar con uno mismo, juntando pedazos para armar lo que se ha ido esparciendo a lo largo de los años; armar el rompecabezas en que nos convertimos cuando nos retiramos tanto de nosotros mismos que ya ni siquiera nos reconocemos.
Recomponerse es complicado. Tantos trozos dejamos en la brega diaria, en las andanzas, que se quedan extraviados, jamás se hallan y entonces nos asemejamos más a un erosionado cuadro surrealista y naif, «representativo» (o más bien figurativo) de lo que hemos hecho y desecho, y no a un retrato auténtico de nuestro ser.
Nada somos, así lo creemos, si no tenemos.
Al paso del tiempo, se percata uno que desgastarse para tener no debiera ser el objetivo, sino aprender a ser pleno, a conocerse uno mismo como diría un filósofo para cuando llegue la muerte sea natural la partida.
Ideas que se me vienen en la espera.
En fin.