Bendiciones que se prodigan y propagan, son bumerán que retornan en formas diversas e inesperadas pero todas gratas, todas buenas y que provocan que nuestra vida sea plena, sin siquiera percatarnos, sin caer en cuenta de ello, aunque si gozamos de sus consecuencias.
No se trata de cobro de favores ni siquiera un toma y daca o un te doy para recibir. Eso no funciona, ni se debe esperar.
Solo está el procurar el bien y abundar en ello, por más que haya equivocaciones y errores, porque se da no para sacar provecho, ni para quedar bien, ni para pavonearse, sino por convicción, por el placer de satisfacerse en el dar y mejor si es en la forma más discreta posible o incluso anónima para al final de cada jornada descansar con la paz en el alma justo para reiniciar los siguientes menesteres que se nos confíen.
Así sea.
En fin.