Vulnerant omnes. Ultima necat.

Lapidaria frase, en la carátula del reloj de una iglesia, se refiere a las horas: 
Todas hieren. La última mata.

Más allá de la drástica y pesimista afirmación, hay una inalterable verdad que por cierta, lastima: la innegable realidad de la mortalidad de cada uno de nosotros.

Pero también, creo, es un recordatorio aunado al carpe diem que debiera ser nuestra consigna, no solo para ser productivos sino para saber disfrutar la existencia, por corta que sea o parezca conforme se vive.

No hay nada más allá, parecido a esto que es la existencia tal y como la percibimos; sin embargo, nos solazamos en desperdiciar los días en intrascendencias y mezquindades reduciendo nuestro mundo a la mendicidad de limitarnos a revisar el pasado, rencores y visualizar futuros inciertos sin darnos cuenta que no hay mañana que no se convierta en pasado, si es que sucede y que al fin y al cabo lo mismo el Rey que el peón al terminar la partida regresan a la caja.

¿Entonces? Sin afán de pontificar, solo reflexionó en que la vida -maravillosa existencia- debe simplemente vivirse y disfrutar lo mismo el gozo que el dolor, el triunfo que la derrota (ambos impostores con diferente cara) y afrontar las situaciones como vengan.

Reflexiones desde la calma -para no desesperar- en una sala de espera.

En fin.

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