Hace rato que no escribía. Quizás abulia, quizás vacío de ideas y sentimientos, quizás pasmado en modo de descanso, igual que zombie solo transitando por mi devenir.
No sé, pero estuve ayuno de escritura y ausente de esto que me llena: mi constante diálogo conmigo mismo para entenderme, interpretarme, hacerme ver a mí mismo en el espejo de mi adyacente otredad, ensimismado en mis pensamientos para entenderme desde mi postura, no sé si mejor o no que otras pero al fin y al cabo mía.
Es un ejercicio bueno que me nutre y libera; me hace bien, en esta vida que a veces -solo a veces- me parece naufragio que me ha depositado en una isla a donde las corrientes marinas hacen llegar todo tipo de desperdicios y he hallado un tesoro de papel, tinta y botellas vacías que utilizo para enviar mensajes que escribo, no pidiendo auxilio, sino placenteramente para expresarme y cuando tengo ganas envío al exterior para hacerme a la idea de que entablo comunicación con alguien que aunque no responda, recibirá -aunque desfasado en el tiempo- mis escritos, los lea, y entre imaginación e interpretación le hagan pasar un momento, como a mí, en que en una intimidad del todo egoísta le hagan seguir una cadena o solo los destruya…
Eso no tiene relevancia, como no lo tienen mis escritos, pero me hacen descansar tranquilo después de que he terminado de dibujar mis ideas, sentimientos, experiencias y anhelos a fin de no contenerlos y al liberarlos tranquilizar y aquietar él ansia de expresar lo que me acontece.
No hay nada más. Solo busco relajarme y aunque para iniciar y durante lo que logro burilar mis pensamientos, es en ocasiones un parto, al fin al terminar para enviarlo afuera de mí, descanso y relajo el entendimiento para llenarlo de cotidianidad.
Frases de perplejidad.
En fin.