Viejos añosos que, calmos, miran la vida pasar después de haberla transcurrido en su diverso andar.
Compendios de experiencia y ¡oh, paradoja! Llenos de años y ya exangües de tanta vida acumular.
No hay fórmula, más allá de la que empírica se inventa después de cuando se ha vivido tanto hasta casi el hartazgo, pero que no cansa, aunque se diga una y otra vez que ya no más, pues Se aletargan los sentidos y emociones.
Lo circundante se ve como sucede; y quieto, solo se deja acontecer como el sino que es, como lo imperturbable que se observa.
No hay más que vida para vivir, lo demás son quimeras de un quizás que nadie conoce.
Por eso esto que es ahora es lo que hay que disfrutar, o sufrir o como sea, que la opción hacia la nada, por cautivadora que parezca o misteriosa que se presente, solo no es y punto.
Así que, la idea de pasmado estar, como viejo añoso es una buena manera de cavilar y no un castigo que aguantar.
Hoy es último día de septiembre recién empezado el otoño, mientras yo ya pinto canas y literalmente estoy más cercano a mi invierno.
En fin.