«…Todo está igual,el tiempo ha pasado-                                      un día llegaste,                                                  un día morirás…» (Fragmento, Last blues, to be ready some day) César Pavese

Entre nacer y morir, la vida sucede.
Mientras para unos amanece para otros sucede el ocaso: ambos facetas de lo mismo y por ello igual de hermosos si se les encuentra el sentido y aprecia.

Puede ser que, más allá, a parte de lo obvio, nada sea diferente de que nacemos a que morimos.

La vida es la misma, solo cambian las situaciones, circunstancias, escenarios e incluso las personas, pero la vida es la misma.

Sin embargo, mientras tanto hay experiencias, recuerdos (aunque se extingan con nuestra existencia), pero no hay vacío, aunque en ocasiones afanosamente lo busquemos o pensemos; siempre hay un cúmulo sin fin de momentos que llenan, aunque para los vacuos, los apáticos, no hay satisfacción que valga, solo oquedad.

Los que sin vano optimismo estamos sin mayor aspiración que vivir, lo disfrutamos porque es lo único real y palpable, ya que después, solo el quizás, quimera más o menos paleable con diversas creencias respecto a lo ignoto.

Ya lo dice Cervantes, a través de Don Quijote: «…que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma.»

Pero es bien cierto, que mientras despejamos dudas, discurrimos en discusiones bizantinas, especulamos del aquí, el ahora, el más allá, el quizás, hay algo bien cierto en casi todos los humanos, que lo sintetiza un proverbio chino:

«Que curioso es el ser humano: nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere.» 

Mientras tanto, insisto, como ya lo dijo la poeta Ana María Rabatté: «en vida hermano, en vida…»

En fin.