La vida: continua sucesión de instantes. Momentos que permanecen aunque no los recordemos y nos forjan el carácter, acentúan o corrigen el temperamento.
Consignas que nos hacemos, al paso del tiempo, como diálogos internos, donde nos cuestionamos y expresamos, lo que no externamos a otros, en afán de ser discretos, o por simple y no reconocido miedo.
Nada hay, nadie hay; sin embargo, me miro en los otros, como ellos se ven, cada uno, en mí y en los demás; especulamos los unos en los otros en monólogos silentes que no compartimos.
Mientras tanto transcurre la vida,
El devenir llega de continuo haciéndose las más de las veces improvisado e imprevisto presente; así, de inmediato, se nos pasa de largo, veloz se torna pasado, la mayor parte en el olvido, excepciones contadas que, por y para eso, se escriben, con vano afán de convertirlos en imperecederos, cuando bien se sabe que se es efímero y a lo mucho se permanece en la corta memoria de algunos cuantos que así lo dispusieron.
O se transcurre o ya no. No hay más.
Las elecciones de cada uno son destino, no sé si trascienden pero en algo, en ocasiones, influyen.
Mientras tanto, a seguir en la brega.
En fin.