«Ires y venires»
¡Ah, la vida! movimiento continuo, péndulo de reloj, no siempre con el mismo ritmo constante, sino en cada uno a su manera.
Se nos da cuerda al ser concebidos, para seguir andando nuestra marcha, hasta que únicamente termina.
Vamos y venimos de y a todas partes, a todos lados, en circunstancias, situaciones y gente diversa.
Esa es la constante: fluir como agua, que corre ora torrente sinuoso, ora riachuelo; ora cascada, ora movimiento casi imperceptible, mientras decanta el terreno sin detenerse a mirar su obra, con la seguridad que por donde pasa va transformando. Transcurre la vida de continuo, y cada uno somos gotas anónimas al igual que el agua, que juntos hacemos el todo imponente que se mueve para oxigenarse, estar fresca y bebible, que no estancada, solo contenida para evaporarse y ser lodo antes de la sequía, tierra yerma, que aún así retorna a ser lecho que a veces revive con nuevas gotas que en conjunto hacen que cambie el entorno.
Solo gotas cada individualidad. Aisladas tienen el mismo contenido que en conjunto; sin embargo, es la integración de muchas gotas lo que hace ríos, lo que hace mar, aún condensadas, lo que hace nubes y lluvia.
El todo inicia en una, esa en conjunto con otras, no diluida sino integrada hace el todo.
Somos gotas, somos río…
Y así, va la vida, todos en uno y aunque desaparezcamos (nos evaporemos) o nos vayamos quedando impregnados en el camino, el caudal continua.
En fin.