¡Ah, la vida! Nacemos, morimos pero en el ínterin que es lo disfrutable (¿Y por qué no? lo sufrible como parte ineludible, en ocasiones provocada) nos perdemos de lo que se trata ¡VIVIRLA!

No es esto una oda, canto de esperanza, análisis metafísico o despliegue de sabiduría. Sencillamente que la fecha me trae añoranzas de lo que con mi experiencia ha sido y es.

Hoy 16 de abril mi padre cumple 18 años de haber fallecido. 

Fue un jueves. Estaba yo de 35 años, abogado, trabajando en el despacho, cuando recibí la noticia de mi hermana, que le dejó un recado a mi asistente y ella no se atrevió a dármelo; lo hizo a traves de un tercero que toco a la puerta de mi oficina para darme la noticia.

Todo se pasmó, alcancé a organizar y dar instrucciones y me salí en cuanto pude hacia la casa de mis papás.

No es que me agarrara tan de sorpresa -aunque esto siempre lo sea de una u otra forma- yo ya estaba enterado que mi papá estaba desauciado (cáncer de páncreas con metástasis a higado y pulmón), pero es que fue un día cualquiera, con todo por suceder como esperamos sea la cotidianidad y sencillamente se trastocó, no fue así.

Ha sucedido tanto, la vida misma en sí. Y hoy, a 18 años de eso, con 53 años, me encuentro en Cuernavaca para celebrar el festejo de unos compadres que decidieron despúes de peripecias mil -insisto, como lo es la vida misma- y como padres de unos preciosos gemelos de dos años, casarse y unir sus vidas always & forever, como la frase en el interior de sus anillos (lo sé, no por entrometido, sino por ser junto con Rosario, mi esposa, los padrinos de sus alianzas).

¡Ah, la vida!

¡Brindo para celebrarla! 

¡Gozo por festejarla!

Y que los recuerdos y remembrenzas nos llegue como recordatorio de que es efímera y nada es para siempre aunque los anhelos y la expectativa de esperanza nos hagan imaginar un always & forever together…

En fin.

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