Vivir mis pensamientos y no solo ponerlos en papel.No es lo relevante escribir, desde que amanezco con el Levante y duermo con la luna llena -plena, más bien diría yo- y las estrellas en el firmamento, sino desde que despierto intento activar mis sentidos para ponerme a vivir, disfrutar, sufrir, estremecerme, llorar de todas las formas posibles, reír, sentir. En pocas palabras, gozar la vida y de ser posible sí alcanza el aliento para más, entonces poco antes de la hora mortecina, plasmar, antes de morir en el sueño, algo de lo ya vivido para regresar a recordar al escribir, al leer y compartir por el solo placer de hacerlo, que más da que a nadie importe.
Andar hasta agotarme, paladeando el devenir a cada instante, como viene, planeado o con sorpresas que la fortuna impone se quieran o no.
Partirme hasta el alma en la travesía que es cada día luchando contra nadie, solo contra mi apatía y mi propio desdén para lograr llegar a la hora en que tan agotado de ánimo esté que busque el lecho como el burel a las querencias cuando presagia su muerte, que dormir es ensayo, que no presagio de muerte.
Así que mientras tenga vida, a vivirla con todo lo que representa y venga, aun y cuando, en ocasiones, no lo quiera.
En fin.