Llora el cielo y sin embargo no hay desconsuelo. 
Ojalá cuando de mis ojos lloviera fuera igual impávido e impertérrito continuará mi andar. 
Pero qué más hay?

Anhelos y afanes insatisfechos frustran la existencia como nubarrones que no permiten resplandecer a la esperanza

Hay un dejo de ti en mi existencia, recuerdo de tu paso por mi vivir y que ahora es huella dolorosa de tu paso en mí y de tu perenne ausencia.
No hay porvenir, ni siquiera un quizás que aquiete el silente grito ahogado en la penumbra cercana.
Se marchita mi existencia en esta etapa, antesala de una cada vez más cercana senectud que ya se vislumbra en formas distintas en mi cuerpo que cada vez se hace más y más cansino, que se va vaciando sin que haya que reciclar ni siquiera sentimientos ni recuerdos y duele ser, duele estar, agobia entonces vivir sin saber para qué más allá de un cotidiano sinsentido a golpe de transcurrir las horas sin incentivo, sin suspiro, sin ese tal vez escondido que antes tenía en la imaginación para en momentos de hastío echarlo a volar y crearme mundos alternos donde poder retozar y liberar mi entendimiento en juegos absurdos que me permitían divagar y sonreír por el solo placer de vivirlos contándomelos a mi mismo y satisfacer mis tiempos que ya se extinguieron de mucha antes que a mi llegue la reseca muerte, esa que de continuo ronda sin ser mirada, para implacable sacar la vida y terminarla.

No me hagas caso, es que esto de vivir en ocasiones cansa.