Ideas al vuelo

El tiempo transcurre invariable e inopinadamente; es decir, me voy haciendo viejo.

Ley de vida, nada nuevo.

Y sin embargo, también invariablemente siempre se presentan situaciones nuevas, inesperadas, desconocidas que no se comparan con nada de lo antes vivido y son experiencias que parece que nos suceden como si la vida misma nos dijera: «hey, oye, esto aún no se acaba, mientras sigas vivo, así que anda, continua tu camino, no pares, pero eso si, de buenas».

Y no solo suceden maravillas, cosas agradables; hay penas, agobios, que causan dolor…

Todo va dejando huella y creo, a mis 52 años, como convicción con base en las variadas experiencias de vida, que me va forjando y me hace ser quien soy, no perdiendo de vista que en uno está el no amargarse, sino asimilar, levantarse cada día y continuar con una buena actitud, aunque de vez en vez duela (como bien dice aquél bate, en un poema: «…cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer…», aunque se refería a la juventud, no hay edad para estar y sentir así, pues es cierto que el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga).

A fin de cuentas la vida es una aventura y ello conlleva de todo; después, cuando lo sucedido se convierte en pasado y queda el recuerdo, asimilar y buscar que más depara la vida, porque después de restañar heridas, todo ha de servir alguna vez y por eso sucedió a pesar que no se haye razón o explicación cuando pasa.

Entonces, el forjárse, decantarse, no es agriarse, sino tomar lo acontecido, mezclarlo, combinarlo y tratar de aprovecharlo para ser bueno; no hacer daño y si además hay ganas, no está demás echar la mano a otros, que caray, de eso se trata, supongo, pues.

Voy en un avión, de regreso al hogar, después de varios días fuera y ocupo este tiempo para dar vuelo al pensamiento, aprovechando la vista que se brinda desde las alturas y voy plasmando lo que viene a la mente para platicarme a mi mismo acerca de mi acontecer y sentir.

Han transcurrido ya varias semanas que no escribía en este espacio; la razón o mi auto justificación es la elaboración de mi tesis doctoral; pero la realidad que subyace es evitar distraerme en mi marisma de ideas que de pronto se me arremolinan convirtiéndose en verdaderos torbellinos que me jalan y llevan a lo inconmensurable de mi introspección, donde me pierdo; por ello, es decir mi incapacidad para organizarme y dar espacios a la faena, la tarea y el gusto puro de divagar, me tengo que contener y enfocarme, para terminar esa obligación que me debo a mi: obtener el grado, a fin de cerrar el cíclo que inicié y no dejarlo a la deriva.

Tengo un compromiso conmigo y un deber en recuerdo a mi padre y a mi madre que son un buen acicate para palear mi natural acidia.

Pero hoy me «escapé» y tengo un breve espacio de recuerdo que aprovecho para hacer la travesura y luego, aterrizar (en todos sentidos). 

Ya en la tierra, regresar a lo que debo.

Cosas que se me ocurren…

En fin. 

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