Siempre me sorprende gratamente volar.
Es maravillosa la sensación de estar por encima de las nubes.
La mente también se eleva y es una oportunidad para mirar distinto a la tierra y tener la sensación de estar arriba de todo -y con ello me refiero a algo más allá de la literalidad de estarlo-
Ver por la pequeña ventanilla del avión hacia afuera; observar el cielo azul, la geografía abajo o bien las blancas nubes, me transporta a un mundo de ensueño.
Que decir cuando alza el vuelo uno de esos pájaros de acero y traspasan el día frío y nublado para surcar a la luz del día y en una metáfora hecha realidad, superar las tristezas de la tierra para encontrar la alegría de ese amanecer, esperanza viva, aunque no se esté de humor para soportarla.
Lo que en verdad disfruto de viajar en avión (soy un romántico empedernido), cuando viajo por motivo de trabajo, es esta evasión de lo cotidiano que se da al despegar, y dura durante todo el trayecto, como cuento infantil, para luego regresar a la jornada y hacer lo correspondiente para lo que hice el trayecto: aterrizar -literal- en el trabajo; luego, retornar a volar con el cuerpo e imaginación, momento único en que, en forma integral, me elevo en lo material y lo espiritual, sensación increíble que tengo desde que recuerdo hace más de 47 años, cuando empecé a tener uso de razón y por primera vez recuerdo haber subido a un avión con mis padres y desde entonces, de las muchas oportunidades en que abordo uno y otro, tengo la misma sensación placentera de volar.
Claro que he tenido anécdotas varias y uno que otro susto que me han dejado lívido, pero a pesar de eso y las ya incontables molestias previas para abordar que padecemos todos por las medidas de seguridad a partir de los ataques del 2001, y las ya invariables largas esperas sea para abordar o para que el vuelo salga «debido al exceso de tráfico aéreo», todo eso se difumina al despegar.
Estas si que son ideas al vuelo.
Ya vamos descendiendo se siente como ya salió el tren de aterrizaje.
Nos estamos acercando de nuevo a la tierra, se termina esta diversión (quizás lo implícito para gozarlo es que emociona antes de iniciar y no dura para siempre, lo que mantiene la ilusión), ahora a cambiar el chip para modo de trabajo…
Lo bueno es que luego regresaré de nuevo a volar.
En fin.
volar es soñar!!!
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Cierto, y soñar es el inicio de algo bueno a realizar
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