De una u otra forma estamos en continuo movimiento y no nos percatamos de ello, porque lo damos por sentado, pero aunque estemos estáticos, resulta que el revuelo de ideas nos hace permanecer activos.
Solo muertos quedamos yacentes.
Habrá quien piense que también cuando se está en coma se aquieta la persona.
Pero hay hipótesis acerca de que no es así, claro que falta comprobarlo -quien sabe cuando-.
Mi experiencia con mi madre, ya fallecida, me hace pensar en esa posibilidad.
Ella, poco antes de morir, estuvo cerca de 15 días en lo que se denomina «coma vigil» (estaba sin sentido, un zombie en la cama de terapia intensiva que se movía e intentaba incorporarse de su lecho y de repente abría los ojos como desesperada, para luego volver a estar yacente), y los galenos me dijeron que científicamente no estaba conciente aunque parecía despierta, sin embargo me recomendaban platicar con ella…
Retomado el tema, lo que pienso es que a cada momento, aún al estar dormido el individuo no se detiene y sus afánes le hacen no parar.
Aquella canción de tango que versa: «en la hora mortecina en que el músculo duerme y la ambición descansa», frase hermosa pero no verdadera, porque a pesar de mirar la quietud de la persona, en realidad no lo está.
Ese es el punto, andamos distintos caminos, senderos insospechados mientras estamos vivos, entendámoslo o no.
Así es y será, hasta que sea nuestro fin.
Y, en fin.