Sábete mujer, siéntete hermosa.
Lo sabes, lo sientes, no hay más.
Te has transformado en fantasma que me ronda dormido y despierto, recordándo los ayeres plagados de momentos.
Es por ti que ando sin anhelo.
Toda, todita tú, a quien he disfrutado y gocé, no solo cada palmo de tu exquisita piel, sino más allá; toqué, como nadie antes, tu ser, poseí por un breve instante tu alma, la miré, la besé.
Eres por quien me he desmedido, a tal grado que me he desbordado para ya no ser yo, sino convertirme en ti.
Te pertenezco.
Y saberte ahora ausente, en la nada que tu partida me ha dejado, me mata.
Aperezco ocsionalmente difuminado en tu pasado; ya no figuro en tu presente.
No soy.
Estoy desquiciado, no tengo calma y el anhelo se ha transformado solo en ansia frustrada.
Sufro la ausencia de porvenir desde que no estás.
Me marcaste.
Te fuiste.
Ya no hay más.