Quietud

Días así, son de solaz.

Quietud de tarde dominical que pasa sin novedad alguna. 

Hasta el aire está calmo.

No hay ruidos inoportunos, parece que todo transcurre sin que nada en realidad suceda.

Tiempo estático.

Solo se está.

Hay tranquilidad, no abulia, que no es lo mismo.

De esos momentos en que sin pensar en algo específico, se dialoga con uno mismo, en función a lo que ha acontecido, y en fusión se mezcla perfecto, sin prisas, sin exabruptos, presente, pasado y se mira de vez en vez al futuro, sin que ello inquiete, sin que altere el entorno, y la calma continua.

Es la calma del viejo -versión estándar del longevo- sentado en el porche que sin poner atención a nada en particular, lo observa todo, asimilando cada respiro absorbiendo la vida, como si lento la fumara y luego con sus exhalaciones devolviera la realidad pausada, cargada de la suma de momentos que enriquecen el entorno y su existencia, la de él y la de los demás.

Así se pasa la vida a base de suspiros que cargados de experiencias revelan lo que se es, por lo que se ha vivido, aunque ya no exista el pasado más que en recuerdo y ensoñación.

Pronto el domingo terminará, como la vida misma se va; pero ojalá así sea la metáfora de un feliz final.

En fin.

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