Situaciones de vida.

Las situaciones suceden.

En ocasiones pareciera que es algo fortuito, el azar, cierta magia inexplicable, asaz de coincidencias.

Hay algo de cierto en ello; no se que tanto, pero de que influimos en lo que nos acontece e incluso lo propiciamos, más allá de las circunstancias -esas sí, como una muerte repentina, llegan sin esperarse- que de repente nos ponen al garete.

Enumero algunas situaciones que están sucediendo, a diversos individuos que conozco. Varios de ellos no tienen mayor relación, conexidad o hilo conductor que mi persona como mero espectador y que en hechos recientes han acontecido en el corto plazo.

Me entero que alguien que creía tener una vida casi hecha -cuando su novia terminara en un semestre la carrera, lo alcanzaría donde ahora vive- pero resulta que ella decide mejor cortarlo.

Por otra parte, otra persona me avisa que le acaban de dar su anillo de compromiso para casarse en unos meses.

Más allá, alguien no quiere tener hijos y su pareja sueña con eso.

Por acá, una persona obtiene una beca pra irse a estudiar al extranjero.

Mientras a alguien le han pedido su renuncia por su apatía largamente demostrada, en vez de enfrentar la realidad de aceptar que no le gusta lo que hace y que está trabajando por las presiones veladas, anhelos frustrados de otros que no son él, pero teme revelarse.

Una persona buena de mediana edad, con familia, sufre un accidente y fallece. Cunde la noticia aciaga que en verdad lastima.

Una mujer celebra y lo participa feliz, que es mamá por primera vez. No se cansa da gracias a Dios de esa bendición tan esperada.

Otra mujer, muy joven sin ser una niña, decide abortar. Para ello acude a una de esas clínicas para que le den una pastilla que cumple ese cometido y además abandona su hogar para irse a donde no hay futuro sino dolor y pesar.

Una jovencita abandona sus estudios para seguir a la nada, a un novio drogadicto que además la agrede física y verbalmente. Ella ya empieza a consumir marihuana. 

Por cierto, además, abandonó la universidad.

Dos estudiantes de excelencia, que van con ahínco a la universidad -son perfectas en su dedicación escolar- tienen una vida amorosa en que son víctimas del chantaje de unos buenos para nada que «solo quieren ser libres». Optan por eso, a no tener una «relación» (si a eso se le puede llamar relación).

Una viuda -que llevó una vida desastrosa con su difunto marido, al que se aferró hasta que él la repudió- después de largo tiempo de dedicación esmerada -casi atosigamiento- a sus hijos -al parecer, por centrar sus sentimientos que no sabía como desfogar- se reencuentra con un novio de juventud y se le transforma la vida cuando ya pasa la quinta década, y se convierte en una adolescente enamorada, redireccionando la atención absoluta de sus hijos a su novio.

Luego las noticias siempre gratas acerca de que el esfuerzo fructifica y varias ven coronado su esfuerzo y consiguen los ascensos anhelados en sendas promociones en que continuarán cosechando triunfos.

A lo lejos, risas y festejos, y en el otro hemisferio lamentos, llantos y dolor.

Con esta breve lista de acontecimientos que conozco, observo que la vida así se transcurre, las más de las veces a consecuencia de lo que provocamos con nuestras decisiones, lo aceptemos o no.

Así es la vida, da de todo, nos pone diversidad de alternativas y cada uno de nosotros somos los únicos responsables de labrar nuestro destino, a como queramos o podamos.

Siempre hay una opción diferente para salir adelante, salvo casos excepcionales de aquellos a los que algunos llaman los renglones torcidos de Dios.

Lo malo es que las más de las veces no nos percatamos, sobre todo en aquellos casos de hacer lo que no es correcto o que nos hace daño; que obramos contra nuestro beneficio y en vez de crecer destruimos -nos auto boicoteámos- cualquier porvenir.

Pero así es esto de los actos volitivos y del libre albedrío que (en la línea de la mitología griega) se nos concedió -como conocimiento, y por ende libertad- gracias al fuego que Prometeo robó a los Dioses para dárselo a los hombres (me ubico en el contexto de la época de origen, que en clave actualizada sería a los hombres y mujeres).

La vida, en fin, es para vivirla y hacerlo en busca de lo que es bueno para cada uno, como seres humanos, lo entendamos o no nunca o demasiado tarde.

De la muerte, excepto por suicidio, eso es decisión que no nos corresponde y por tanto mientras llega, solo queda -reiteró- vivir.

Ya lo precisan el Eclesiástico y el Eclesiastés, al referirse, uno, a como actuar como persona de provecho para los demás, así como para con uno mismo; y, el otro, al señalar tanto la vanidad («¿Qué provecho saca el hombre de todo. El esfuerzo que se toma bajo el sol?», sin que eso signifique una oda a la apatía, acedía ni a la abulia), como el que todo tiene un tiempo.

En fin.

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