Elogio a mi locura.

En ocasiones me extravío entre mis recuerdos.

Bien es cierto que recordar es volver a vivir y disfrutar, pero sucede que a veces me adentro tanto en ello, que me voy y me pierdo al igual que quien sigue un camino muchas veces andado, y erróneamente se adentra más allá de lo que conoce y ya no sabe como retornar.

Es una sensación de angustia, como estar bien, dentro de algo y de repente tomar conciencia que se está en un laberinto y después de mucho buscar, ya no encontrar la salida.

Hace más de 25 años que leí «La historia sin fin» de Michael Ende. Un hermoso libro que me encantó, tanto que me atrapó la historia.

En esta novela, Ende narra como Bastian, el pequeño niño obeso e inadaptado, de 10 años, se refugiaba en la fantasía  y después de vivir muchas aventuras en un mundo paralelo, este empieza a desaparecer, por lo que sus amigos imaginarios le hacen imperante la necesidad de retornar a la realidad, para precisamente salvar al reino de la fantasía.

Me viene a la memoria este libro, y lo traigo a colación por mi primer pensamiento: a veces me pierdo en mis recuerdos -que con el tiempo se aderezan con mucha fantasía- y luego me cuesta trabajo retornar a la realidad que es donde habito y es mi punto de partida para viajar una y otra vez por esas mis aventuras.

Cuando uno viaja -de paseo- a otras partes del país o al extranjero, siempre es toda una excitante experiencia y motivación sobre todo porque lleva implícito el retorno a casa, para disfrutar de lo vivido, que es parte de la aventura en sí; de la misma forma, se recrea uno -por lo menos, es mi caso- al «viajar» en el pasado, lo cual con el paso del tiempo después de una y otra vez hacerlo, creo que naturalmente uno mismo lo va llenando de otras ideas e imágenes que tal vez no estuvieron del todo en la experiencia vivida, pero se mezclan con otras experiencias posteriores y sencillamente se van mirando en las subsecuentes «visitas» de manera diferente, enriquecidas con la vida misma y así -supongo- se va cambiando el discurso que nos vamos narrando cada vez que se vuelve a acudir al recuerdo.

Lo único, a veces difícil, es «volver a casa»; lo que me permite retornar, creo que es que tengo una aventura más interesante en el presente y eso me permite estar en el aquí y el ahora.

Y así ando por la vida.

En fin.

 

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