Un día más.

A penas iniciará con todo lo que traiga de nuevo o ya previamente planeado, más el aderezo de situaciones inesperadas.

Ha transcurrido lo que fue esta semana e inicia la preparación de su fin, en diversas variantes: quien salga de paseo, quien tenga compromisos sociales, quien vaya a un corto viaje, quien aproveche para reparar auto o casa, quien haga actividades necesarias que no puede llevar a cabo entre semana, quien logre descansar en la pura y ociosa inactividad pensando en la inmortalidad del cangrejo y, así, cada uno en su propia circunstancia.

Y heme aquí, discurriendo acerca de lo que es y será; de lo que tengo que transcurrir y hacer, esmerado en llevarlo a cabo.

Mientras tanto, el movimiento continuo no cesa; siempre presente, se manifiesta en diferentes maneras, todas ellas tan disímbolas y a la vez tan similares por como se entretejen y enlazan, que no se distinguen a pesar de las diferencias propias.

A estas horas palpo el aire.

Por lo temprano, todavía me muevo más por instinto que por conciencia de mis actos y ahí voy, «a tomar rumbo» encaminando mi existencia a mi sino a partir de pequeños pasos que lerdo inicio para transcurrir la jornada de hoy y luego que venga el fin de semana.

No como ansias, ni adelanto vísperas porque tenga evento o actividad alguna; en realidad es solo el instante reflexivo, dentro de lo irreflexivo e incongruente de la hora, lo que me hace discurrir por demás sin cohesión y solo dejo que el fluir de pensamientos se vaya diluyendo -al igual que los días- en el aire que toco.

Ando un poco cansado, nada más allá de lo común, después de sucederse ya casi toda la semana.

Me doy cuenta que el tirano tiempo me apremia en su marcha constante, así que tengo que parar mi discurrir, para estar en la realidad.

A eso me encamino, aquí en el hoy, ahora, como siempre.

En fin.