Concordancia.

Despierto.

Antes de iniciar la jornada hago un momento de meditación, aprovechando la oscuridad.

Quietud, es la continuidad de mi alma que se explaya relajada a toda la recámara y proviniendo de mi, me envuelve protectora, como una burbuja.

La calma se siente acojedora y me permite evadirme del mundo, para reflexionar.

Me doy cuenta del silencio, quietud que ni siquiera permite percibir la propia respiración; estoy sin estar en mí, no como los santos en sublime contemplación de la divinidad, sino como simple mortal que regresa a percibirse para tomar conciencia de su ser.

No hay algo que inquiete mi espíritu; puedo divagar sin interrupciones. Soy y estoy en mí, a la vez que me observo como si fuera un tercero ajeno a mi ¿desdoblamiento? no lo sé.

Lo que sé, es que soy y estoy aquí, solo con mis pensamientos en una atmósfera propicia para disfrutar el instante sin nada ni nadie más.

Estoy bien, me siento bien.

Respiro profundo y me siento en el espacio.

Lapsos como estos en que me aislo para estar conmigo son los que, paradógicamente, me conectan con mi entorno, con los demás.

Es una forma diferente de recargar energías.

La energía que es -no que tiene- cada persona, se integra para forjar de manera sublime la del todo que se genera con cada uno de nosotros.

Sigo quieto, pero en continuo movimiento; me lleno al absorberme y  me expando haciendo -al igual que la sinapsis- conexiones hacia todos lados, a toda la mayor gente posible.

Después de este largo transcurrir, sucedido en unos cuantos minutos, aterrizo de nuevo. Es hora de levantarse ahora sí, para iniciar la jornada.

¡A trabajar!

En fin.

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