Ayuno de escritura.

Ayer domingo (ironía al ser este mi blog «El caballero de los domingos») permanecí en silencio y no escribí.

No hubo algo que provocará mi silencio, únicamente la sensación de verme a mí mismo ayuno de escritura.

Permanecí impávido, estático, como zombie, buscando narrar algo por escrito y oscilé entre hacerlo y no.

Vano afán en el que si escribía me derrotaba y por no hacerlo también perdía.

Pero finalmente, por decisión propia lo hice; no fue logro alguno, solo intentar demostrarme que sería si ya no escribiera más.

No pasó nada y me aterra el saberlo.

Y cambió el día, entonces raudo me puse a garabatear unos trazos que se convirtieran rápido en letras con las cuales hacer palabras que de a pocos se convirtieran en oraciones con las cuales plasmar pensamientos urgidos de exteriorizarse para no morir al no ser escritos nunca, valieran o no ser leídos, pero ahí estarían, como tantas personas hay en el mundo que viven (o de menos existen, sin mayor alarde que solo ser hasta morir).

Requiero la palabra, como el dibujante trazar sus líneas o el pintor plasmar sus lienzos, no importando si son buenos o no; es la necesidad de expresión lo que requiere externarse, para no morir de silencio.

Solo eso, no hay más.

Seguiré en este mi loco afán de escribidor en solitario, que me es menester de vida, tan necesario como respirar.

En fin.

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