16 y 17 de abril de 1998

Ayer, hace 17 años falleció mi padre.

Es curioso, la noche del 15 para el 16, pasé muy mala noche; casino pude dormir, estuve intranquilo a pesar que no tenía preocupación alguna, pero no conciliaba el sueño. 

Luego, llegó la hora de levantarse, eran las 5 de la mañana y estaba con malestar por el ayuno de descanso, me metí a la regadera y ahí empecé a componerme, me vestí  y me fui a trabajar.

Día raro, estaba ido, aunque tuve junta a las 7:30, luego a las 8 y de ahí llamadas, revisiones de escritos, etc., hasta que derivado de un mensaje caí en la cuenta: era 16 de abril.

No sé porqué se me pasó; los 16 años anteriores lo había recordado incluso desde el día anterior, pero esta vezsencillamente se me borró la fecha.

Me sentí mal por el descuido tan evidente, máxime que fue al igual que ayer, un jueves cuando falleció.

Hoy viernes 17, hace también 17 años, después de velarlo toda la noche, lo cremamos después de las 2 pm y luego enterramos las cenizas.

Recuerdo que en el momento de depositar las cenizas -que me las entregaron en una pequeña urna, la cual, estaba muy caliente y pesaba como unos cuatro kilos- caí con la pierna izquierda en la fosa y lo único que se me ocurrió decir fue: «te quiero mucho papá, pero aún no me quiero ir», broma estúpida que todavía me da risa (no sé la verdad porqué), pero me dio y me da vergüenza porque en frente de mí estaba mi abuela, la madre de mi papá…

Así se suceden los hechos en la vida.

No se me ocurre para honrar su memoria (por mi descuido de ayer omitida en parte), más que externar que día a día me  esmero por seguir su ejemplo y por otra parte, traer a esto que escribo, algo de las «Coplas a la muerte de mi Padre», de Jorge Manrique:

«Recuerde el alma dormida,          

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte              

tan callando,

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,             

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

Pues si vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

y acabado,                           

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar       

lo que espera,

más que duró lo que vio

porque todo ha de pasar

por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos        

que van a dar en la mar,

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;                         

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos          

y los ricos.

Invocación:

Dejo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,            

que traen yerbas secretas

sus sabores;

A aquél sólo me encomiendo,

aquél sólo invoco yo

de verdad,                          

que en este mundo viviendo

el mundo no conoció

su deidad.

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada          

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,             

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que cuando morimos

descansamos.                         

Este mundo bueno fue

si bien usáramos de él

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquél                  

que atendemos.

Aun aquel hijo de Dios,

para subirnos al cielo

descendió

a nacer acá entre nos,               

y a vivir en este suelo

do murió.

Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,                         

que en este mundo traidor,

aun primero que muramos

las perdamos:

de ellas deshace la edad,

de ellas casos desastrados           

que acaecen,

de ellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallecen.

Decidme: la hermosura,             

la gentil frescura y tez

de la cara,

el color y la blancura,

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?                       

Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal              

de senectud.

Pues la sangre de los godos,

y el linaje y la nobleza

tan crecida,

¡por cuántas vías y modos            

se pierde su gran alteza             

en esta vida!

Unos, por poco valer,

¡por cuán bajos y abatidos

que los tienen!                      

otros que, por no tener,             

con oficios no debidos

se mantienen.

Los estados y riqueza

que nos dejan a deshora,             

¿quién lo duda?                  

no les pidamos firmeza,

pues son de una señora

que se muda.

Que bienes son de Fortuna            

que revuelven con su rueda           

presurosa,

la cual no puede ser una

ni estar estable ni queda

en una cosa.                        

Pero digo que acompañen              

y lleguen hasta la huesa

con su dueño:

por eso nos engañen,

pues se va la vida apriesa           

como sueño;                     

y los deleites de acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

y los tormentos de allá,             

que por ellos esperamos,              

eternales.

Los placeres y dulzores

de esta vida trabajada

que tenemos,                         

no son sino corredores,              

y la muerte, la celada

en que caemos.

No mirando nuestro daño,

corremos a rienda suelta             

sin parar;                      

desque vemos el engaño

y queremos dar la vuelta,

no hay lugar.

Si fuese en nuestro poder          

hacer la cara hermosa                

corporal,

como podemos hacer

el alma tan gloriosa,

angelical,                          

¡qué diligencia tan viva             

tuviéramos toda hora,

y tan presta,

en componer la cativa,

dejándonos la señora                 

descompuesta!         

Esos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya pasadas,

por casos tristes, llorosos,         

fueron sus buenas venturas           

trastornadas;

así que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y prelados,                          

así los trata la muerte              

como a los pobres pastores

de ganados.

«No tengamos tiempo ya             

en esta vida mezquina

por tal modo,

que mi voluntad está

conforme con la divina

para todo;                          

y consiento en mi morir

con voluntad placentera,

clara y pura,

que querer hombre vivir

cuando Dios quiere que muera         

es locura…»

Dispensa el descuido y olvido.

Te quiero papá.

     

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