Ayer, hace 17 años falleció mi padre.
Es curioso, la noche del 15 para el 16, pasé muy mala noche; casino pude dormir, estuve intranquilo a pesar que no tenía preocupación alguna, pero no conciliaba el sueño.
Luego, llegó la hora de levantarse, eran las 5 de la mañana y estaba con malestar por el ayuno de descanso, me metí a la regadera y ahí empecé a componerme, me vestí y me fui a trabajar.
Día raro, estaba ido, aunque tuve junta a las 7:30, luego a las 8 y de ahí llamadas, revisiones de escritos, etc., hasta que derivado de un mensaje caí en la cuenta: era 16 de abril.
No sé porqué se me pasó; los 16 años anteriores lo había recordado incluso desde el día anterior, pero esta vezsencillamente se me borró la fecha.
Me sentí mal por el descuido tan evidente, máxime que fue al igual que ayer, un jueves cuando falleció.
Hoy viernes 17, hace también 17 años, después de velarlo toda la noche, lo cremamos después de las 2 pm y luego enterramos las cenizas.
Recuerdo que en el momento de depositar las cenizas -que me las entregaron en una pequeña urna, la cual, estaba muy caliente y pesaba como unos cuatro kilos- caí con la pierna izquierda en la fosa y lo único que se me ocurrió decir fue: «te quiero mucho papá, pero aún no me quiero ir», broma estúpida que todavía me da risa (no sé la verdad porqué), pero me dio y me da vergüenza porque en frente de mí estaba mi abuela, la madre de mi papá…
Así se suceden los hechos en la vida.
No se me ocurre para honrar su memoria (por mi descuido de ayer omitida en parte), más que externar que día a día me esmero por seguir su ejemplo y por otra parte, traer a esto que escribo, algo de las «Coplas a la muerte de mi Padre», de Jorge Manrique:
«Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Invocación:
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan gloriosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
…
«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura…»
Dispensa el descuido y olvido.
Te quiero papá.