Los libros nos narran todo tipo de aventuras, reales o ficticias, sin importar el género.

Porque tanto los científicos, filosóficos, históricos, técnicos, religiosos, de crítica, ensayos, cuentos, novelas, de poemas, etc., cada uno per se, son verdaderos senderos en que descubrimos cuestiones o bien desconocidas o con las que reafirmamos nuestros conocimientos, además de aprender y aprehender.

La vida hay que vivrla, ese es mi consigna, diría -si fuera parte de la nobleza y tuviera escudo de armas- mi divisa; la lectura es parte de la vida misma y con la cual, incluso vivimos varias vidas.

No leer, es vivir a ciegas.

Efectivamente, si no se lee, también se vive, pero considero que se tiene una vida más llena de contenidos, si además de nuestras experiencias diarias, aderezamos nuestra existencia con algún tiempo de lectura, que nunca sobra y siempre falta.

Viajar, nos da mundo, pero es más disfrutable esto, si antes hemos leído algo del lugar a dónde vamos y no solo descubrimos la realidad como se nos presenta, sino que además contamos con un conocimiento previo que nos hace constatar lo que en físico miramos, con lo cual nuestro bagaje es más completo y los recuerdos quizás un poco más placenteros.

Por cierto, cuando uno lee un libro y en el trayecto descubre que alguien más lo está leyendo a la par o bien, ya que se ha concluido su lectura descubrimos a alguien iniciando su lectura o la la mitad del mismo, pareciera que ese libro nos recomienda a su lector como persona afín con la cual sostener un exquisito diálogo y tal vez hasta iniciar una amistad…

Los libros, como sea, son esa fuente de donde abrevar y dónde obtener respuestas o bien ampliar nuerstras dudas, con lo cual se abre nuestro horizonte y descubrimos que el infinito -que no podemos asir- en verdad existe.

En fin.