El viernes 17 de abril, Viernes Santo de 2014, por primera vez salí a jugar en un campo de golf.
Por el día ya casi es un año, por la fercha del mes, faltan 15 días.
Fue en San Gil -donde también inicié en el campo de práctica durante el puente del natalicio de Benito Juárez, cuando Toño Leyva, me invitó a su casa y me llevó a que tomara una clase, lo cual hicimos durante dos días- y así comenzó todo.
Gracias a mi gran -en doble vía: grandote de estatura y de corazón- amigo Toño Leyva, quien me prestó los palos -clubs, dirán los versados- pelotas, y prácticamente todo el equipo, excepto zapatos, ropa y gorra, que esas las adquirí yo, es que me inicié en esos menesteres.
Desde entonces, ha transcurrido tanto: la preocupación de Toño por «avituallarme»; porque tome clases; porque practique; por conseguirme ofertas, etc.; pero sobre todo, porque vaya a jugar con él, a su campo en San Gil.
Eso si, fiel a mi principio de consistencia, sigo sin mejorar mis tiros; pero como un recogebolas -el famoso «Mene»- del campo de práctica en San Gil me dijo, una vez que llegué medio desmotivado por mi mal juego:
«Noooo señor. Esto es para disfrutarse: los tiros buenos, los malos, las palomas, volar las bolas, mandarlas al lago, todo en el campo.
Las presiones se quedan en la chamba, no se traen al juego, que es eso: un juego.
Disfrútelo pues, nada más».
Desde entonces, quizás por lo «maleta» resignado que soy y que por diversas circunstancias no he podido ser constante para practicar ni para jugar, he seguido sus palabras, casi al pie de la letra: el golf es para disfrutarse, para jugarse con amigos y hacer más amigos.
En mi caso, no es una forma de vida, ni de ganarme la vida, sino de disfrutar de ella; de los amigos, de convivir celebrando que estamos vivos.
Sonreír y reírme de mí mismo y mis tarugadas; de aprender y ser humilde. De admirar los excelentes buenos tiros de Toño, de sus hijos, de mis amigos que me han hecho favor de invitarme a otros campos de golf.
De los muchos dichos y frases que hay en ese ambiente, me gusta una, de W. Timothy Gallwey -escritor y coach mental- que dice: «como cualquier hijo propio, el golf tiene la extraña cualidad de parecernos simpático, mientras al mismo tiempo evoca todas las debilidades de la mente y el carácter, sin importar que tan escondidas estén»
En fin.